Leído en The Verge.Com gracias a la mirada siempre crítica y atenta de @omarpaganini.
Late on a Saturday evening in San Francisco, at a party filled with tech workers, people keep retreating to odd corners to stare at their phones. This happens at every party these days, of course, but what’s different here is that the partygoers are all staring at, and talking about, an app called Secret. Lately it’s been topic number one among Silicon Valley tech workers, venture capitalists, and the media who cover them. All around San Francisco, people are devouring their Secret feeds, with their unpredictable mix of sex, drugs, and industry gossip. Valentine’s Day threesomes, photos of your best weed, blow jobs in the restaurant kitchen — it’s all here, maybe true and maybe not, but guaranteed to get you guessing about who posted it.
The secrets have all been posted by your friends, though you’ll never know which friend: Secret is «anonymish.» It’s a feed of gossip created by the contacts in your iPhone, but labeled only as being from a «friend» or «friend of a friend.»
(…)
Over the weekend an unknown friend confessed to having oral sex in a bar that I go to sometimes, and immediately I drew up a list of suspects in my mind. I narrowed the list to two, and texted one of them. «It’s true one of us posted the secret, but no blow jobs were actually had,» came the reply. I didn’t know whether to believe him or the original secret.
Hay que leer todo el artículo, pero como verán trata sobre la pen-última app de moda en el Sillicon Valley: Secret. Y produce espanto. Esta vez no por las preocupaciones por la privacidad entendida como derecho, sino por la prescindencia grosera y banal, de ella, como valor.
– A más de uno el artículo le hará recordar el triste episodio de Santa Teresa. –
Me dirán apocalíptico… pero me parece que la virtualidad tiene una arista cada vez más nítidamente perversa (¿parejas diciendo anonimamente que pintó una felacion en un bar? ¿es necesario?) y que (¿nos?) arrastra cada vez más hacia la perdida del afecto real.
Como alguien me dijo una vez: no hay abrazo virtual que suplante al de verdad.
Para algunos… la soledad será, inevitablemente, un estilo de vida.
Increíble, esto se me había pasado… me parece in-cre-í-ble que esto se haya inventado.
Sin duda, es para plantearse lo más básico, no ya la privacidad como libertad, sino como espacio en el que reflexionar. Ese momento a solas, no porque estés solo (podrías estar acompañado) sino porque existe la premeditación de que «lo que pase aquí se quede aquí, que nadie lo tuitee ni lo pegue a Facebook, el que quiera disfrutarlo que mueva su culo hasta donde estamos, no se lo vamos a contar a nadie».
El otro día tomando un té con una amiga (Nuria, de Casa Tía Julia) hablábamos precisamente de eso: ella quiere convertir ese proyecto en un «punto WiFi» de su zona (en un pueblo pequeño, hay muchos kilómetros alrededor sin Internet), pero al mismo tiempo comentábamos lo interesante de estar allí, desconectado de toda la tontería digital. Y a lo tonto pensábamos en que «lo viejo puede ser moderno»: montar talleres y jornadas en las que los móviles no pueden salir del bolsillo durante horas. Ahí todo lo que se comente queda entre los presentes, bueno… capaz luego alguien lo cuente en su blog. Luego. Y todo así.
Secret es el colmo, la nueva última frontera. Pero tranquilo, en unos días alguien hará el más difícil todavía… inventará algo aún más grotesco 🙂
PD. Qué bueno ver que has vuelto a postear, llevo unos días de locura sin leer feeds así que lo he tenido que ver en tu comentario.
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Es exactamente eso lo que se pone en entredicho: la intimidad. Una especie de festejo del fin del espacio privado (de uno, dos, o tres, etc.).
A mi esto, y lo que comentan me contas que conversaban con @editora me hizo acordar también a unas palabras, discutibles como todo, de Cristina Peri Rossi en un artículo que me pasó Bianka hace mucho tiempo:
El tema da para largo y yo no se que preferiría: si Casa Tia Julia con o sin WiFi. Pero sí te digo que creo es importante compartir, y conservar, esos espacios de puro contacto presencial. Apagar el móvil, vivir el momento, no estar haciendo tres cosas al mismo tiempo mientras hablamos. Y lo dice uno que ha vuelto al blog… 😉
Estoy contento de que hayas pasado por acá después de tanto tiempo.
Abrazo!
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Oh, si citas a Peri Rossi, ya me ganas por completo 🙂 (la entrevisté hace unos años y me dio un titular redondo: «las grandes novelas del siglo XX se han escrito en el cine».
Al final, con Casa Tía Julia, la opción que veíamos más factible y que respetaba todo, era dejar el wifi abierto entre semana (para la gente que vive en los pueblos) y dejarlo abierto sólo unas horas el fin de semana (un par de horas por la tarde-noche, por ejemplo). Esta opción sería una especie de «quitamiedos» para aquellos que piensan que no pueden pasar todo un finde sin internet. Además, a mí me cuadra mucho con uno de los talleres que quiero impartir, el de prototipado de webs en papel + pruebas de usuario en papel. En mis clases siempre explico que el 75% de mi trabajo lo podría hacer sin ni siquiera un ordenador delante y que como método en proyectos grandes, me impongo trabajar conectada a internet sólo 2 horas (para acumular información del cliente con el que trabajo, mirar otras webs para inspirarme, enviar dos o tres mails) y luego el resto es papel y boli. Es increíble lo mucho que se puede avanzar cuando no estamos haciendo 3 cosas a la vez 🙂
Volviendo al tema de los espacios privados, tampoco os creáis que un pueblo sin cobertura es un lugar utópico… sin ir más lejos, la arquitecta hubiera planteado una terraza en la casa, pero esa idea quedó descartada porque se hubiera visto desde la plaza de la Iglesia y el nivel de cotilleos hubiera hecho tambalear a los de «Secret». En el fondo esa aplicación, por muy moderna que sea, juega también a algo muy antiguo.
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Así que entrevistaste a Cristina Peri Rossi? Opa!, me gustaría leer esa entrevista si fuese posible.
Me gusta mucho eso de que puedas hacer un 75% del trabajo en papel. La verdad que se siente distinto ir delineando, literalmente, las ideas a medida que las vamos pensando. Una pregunta: ¿no contamos el tiempo de codificación entonces, no? O sea lo que vos hacés es el maquetado… ¿lo entendí?
Pues comparto contigo eso de que la tecnología, las apps que a tantas vueltas nos traen, están «jugando» también a algo muy antiguo. Tal vez sea forzar un poco una conclusión pero, de repente se podría decir que la tecnología no inventa, al final de cuentas, necesidades nuevas sino que una y otra interactúan constantemente. La diferencia está en el ahondamiento que hace la industria en las necesidades, o miserias más bien en este caso, a los efectos de sacar un rédito económico desdeñando libertades, privacidad, etc. Es decir: si factura, vamos pa delante! Que lo vemos todos los días.
Eso no nos lleva a nada bueno. Se pierden libertades, privacidad, etc, como tantas veces hemos dicho sobre todo en lo de Jose. Pero también, y es lo que más me está preocupando ahora: se pierde sensibilidad.
En fin. Por eso: salud por Casa Tía Julia!. Leyendo me parece un buen entorno el que están compartiendo allí. Vamoarriba!
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Entrevisté a Peri Rossi, sí, hace años, ahora que lo mencionas a lo mejor escribo un post sobre esto y no me enrollo aquí. Mientras tanto, la versión recortada (me limitaron a 1500 palabras) está aquí: http://revista.consumer.es/web/es/20050701/entrevista/69823.php y la versión completa (de unas 5000) se perdió en un descalabro de mi disco duro 😦
Sobre el trabajo en papel, es que yo, antes de la crisis, me dedicaba exclusivamente a hacer arquitectura de la información, o sea, a prototipar webs, pero ni las diseñaba ni las programaba, ni maquetaba, ni tocaba código… Lo mío era reunirme con los clientes, con los usuarios de la web, hacer muchas entrevistas, entender qué quieren transmitir unos, qué esperan encontrar en la web otros, cómo ofrecérselo de la manera más sencilla, cómo hacer que una matrícula de 50 pantallas pase a tener 8 (caso real), diseño de formularios, diseño de interacción, algo de análisis funcional… vaya, que yo hacía los planos de la web y coordinaba los equipos. Para eso, salvo el momento en el que estás preparando «entregables» (los prototipos en limpio, las conclusiones de una sesión de «card sorting» o similar, las plantillas para los contenidos, etc) el ordenador no es estrictamente necesarios. Ahora, con la crisis, hago de todo, claro, maqueto, programo y lo que haga falta 😉
Y volviendo al tema original de tu post, creo que con lo del rédito económico, das en el clavo. Si da dinero, la industria no va a dudar un segundo en explotar (con un aire de reinvención) esas necesidades (o vicios) tan antiguos como la humanidad… lo preocupante es que la gente en general no se dé cuenta de ello y que entren al trapo convirtiéndose en productos (como apunta José en su blog). Y luego si no entras en el juego te miran como un bicho raro, yo nunca he tenido Whatsapp y la última vez que lo dije al despedirme en un curso que acababa de impartir (sobre WordPress) la mirada de mis alumnos fue como de censura, como si de repente mi curso no hubiera sido válido solo porque ellos estaban «a la última» con su whatsapp y sus iphones y yo fuera una antigua con mi blackberry del 2008 (ideal para enviar mails, que es lo que necesito y poco más).
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